Cuando hablamos de trauma psicológico, nos referimos a aquellas experiencias vitales que superan la capacidad emocional de una persona, es decir, el malestar que se siente ante dicha situación escapa a lo que estamos preparadas. Un ejemplo de situación traumática, podría ser un accidente de coche, un secuestro, una situación de violencia… Ahora bien, que sean situaciones potencialmente traumáticas, no quiere decir que tengan que derivar en trauma necesariamente. Aquí estarán mediando diferentes factores sociales, culturales, intra e interpersonales, contextuales y de género.
Además de estas situaciones con gran carga emocional, también podemos hablar de trauma cuando una niña no se siente cuidada por su madre o padre, ya no solamente física, sino emocionalmente. De hecho, son las situaciones de desprotección, negligencia y/o ausencia emocional de los cuidadores en la infancia hacia sus hijas e hijos, lo que más huella emocional deja.
TRAUMA PSICOLÓGICO EN LA INFANCIA
Las situaciones que experimentamos como traumáticas en la primera infancia, son las que más nos marcan y las que más grabadas se quedan en nuestro cerebro y, por tanto, en nuestro cuerpo. Es un momento de máxima vulnerabilidad en el que somos totalmente dependientes de nuestros cuidadores. Los necesitamos para sobrevivir, por tanto, el daño que recibamos de ellos tendrá un gran impacto para el desarrollo emocional de la persona, teniendo secuelas en la vida adulta.
TRAUMA Y APEGO
Al hablar de trauma en la infancia, es necesario hablar de apego. Entendemos apego como el vínculo afectivo que tiene el/la niño/a con su madre y padre, madre y madre o adultos de referencia encargados de su cuidado. En este cuidado se incluyen las necesidades básicas de supervivencia (comer, dormir…) y emocionales. Si en esta relación se cubren todas las necesidades, tanto físicas como emocionales de la niña o el niño, el apego será seguro. Con seguro se entiende que la niña o el niño tendrá un buen desarrollo emocional y sentirá seguridad en la relación con sus figuras de referencia, sintiendo aceptación y valoración.
Ahora bien, si por el contrario, alguna de las necesidades que se tienen durante este periodo, no son cubiertas, ya sean físicas, emocionales o ambas, la niña o niño no podrá confiar en sus cuidadoras/es y por tanto, sentirá inseguridad con ellas y, consecuentemente, con los demás. Hablamos entonces de apego inseguro.
Estas primeras vivencias en las que quien debería de cuidarnos no lo hace como necesitamos, deja una huella emocional y psicológica que nos condiciona en nuestra conformación como personas y en nuestra manera de relacionarnos. Hablamos aquí de trauma psicológico al no encontrar protección y seguridad en quien debería de proporcionárnoslo.
MECANISMOS DE PROTECCIÓN
Al ser dependientes de las figuras que nos cuidan cuando somos pequeñas, no podemos huir aunque sintamos que nos hacen daño, ya que si no no sobreviviríamos al no estar preparadas para salir al mundo. Es por esto, que nuestro cerebro va a poner en marcha mecanismos de protección para protegernos ante lo que nos causa daño. Estos mecanismos, nos protegen del peligro, de sentir daño, amenaza, pero funcionan a corto plazo. A largo plazo, estos mecanismos se quedan obsoletos y empiezan a pesar.
Y explico por qué empiezan a pesar a largo plazo estos mecanismos si se supone que nos protegen. Esto sucede porque nuestro cerebro, ante un estímulo o situación que entiende como parecida a la que originalmente vivimos en la que nos sentimos mal, pone en marcha estos mecanismos que ya no son necesarios porque no son acordes a la situación. Veámoslo en un ejemplo.
Una niña sufre insultos y humillaciones por parte de su padre cada vez que hace algo mal. Esta niña desarrolla mucho miedo y un pánico que la llevan a una situación de bloqueo en la que no puede defenderse: se paraliza. Con el tiempo, esto puede derivar en que ante un conflicto o una situación en la que sienta superioridad por parte de la otra persona, ese mismo bloqueo e indefensión aparezcan.
Es aquí cuando el cerebro entiende que está en la misma situación y pone en marcha esta estrategia que sirvió para protegerse del daño emocional del padre cuando era pequeña. La diferencia es, que en el presente, sí que hay otras opciones posibles para defenderse ya que es adulta y tiene más capacidad que aquella niña.
EL CUERPO LLEVA LA CUENTA
Este es el título de un libro que te recomiendo mucho leer, del autor Bessel van der Kolk.
Aunque algunos autores ya en la Edad Antigua, tales como Platón, defendían que mente y cuerpo son entidades separadas, en la actualidad esto se ha desmitificado y se ha encontrado que la mente y el cuerpo son un global.
Esto podemos verlo claramente en el trauma psicológico. Todas esas experiencias que vivimos con alta carga emocional, tienen un impacto físico en el cuerpo, creando bloqueos, sensaciones intensas y/o somatizaciones. Es por esto, que no podemos hablar de trauma sin tener en cuenta el cuerpo, siendo necesario un abordaje holístico.
TRATAMIENTO PARA EL TRAUMA
Lo primero y fundamental es entender que el trauma es algo muy delicado y que necesita de mucho cuidado y paciencia para su tratamiento. Es por esto, que es fundamental trabajarlo con una profesional de la salud mental que tenga la formación y herramientas adecuadas para poder acompañarte.
Además de esto, generar un vínculo de seguridad con la persona que tiene trauma psicológico va a ser ESENCIAL para que el tratamiento funcione, ya que al ser algo que se genera en los vínculos relacionales, se sana desde los vínculos, siendo la seguridad su elemento principal.
- Rodéate de personas que te den apoyo, confianza y seguridad. Crea una red de apoyo sana.
- Identifica qué cosas te activan emocionalmente y qué te hacen sentir.
- Comunica tus necesidades a tus personas de confianza.
- Utiliza anclajes a tu presente a través de tus sentidos: qué ves, qué escuchas, qué hueles… Atención aquí y ahora.
- Utiliza herramientas de regulación emocional cuando vengan emociones complicadas.
- Acompaña esto de terapia psicológica. El trauma necesita trabajarse con profesionales para que pueda procesarse.
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